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Semana de la ciencia

Esta de octubre es la semana de la excelencia científica, con la noticia diaria de los premiados con el Nobel. Al menos durante unas horas mucha gente comenta el asunto: ¡hasta la ciencia consigue un hueco en el bar entre fútbol... y fútbol! Hay años, además, en los que hasta el más abstruso de los premios, que suele ser el de Física, tiene algo que lo hace popular. Como el año pasado con el bosón de Higgs que nadie entendía (ni entiende, seamos sinceros) pero del que todos hablaban como uno de los grandes hallazgos de la humanidad. O este año cuando tres japoneses se convertían en conocidos durante un rato por ser los padres de las luces led azules. Con eso de que tenemos los leds en todas las pantallas de nuestra vida, muchos hasta en las luces del coche o en las de casa, nos ha resultado algo sorprendente pensar que eso (por cierto, que tiene un nombre, diodos electroluminiscentes, que es de los que uno dice y luego pide perdón por el palabro). Lo del GPS neuronal, o los nanoscopios, también ciencia de Nobel, tenían buen nombre, pero definitivamente no han resultado tan populares como los diodillos esos que parecen revolucionar el mundo (no tanto, eso es lo malo).

Claro que en esas estábamos mirando para Suecia cuando por aquí se nos metía el virus africano más mentado, convirtiendo un asunto serio y que nos quedaba lejano en una muestra de que en este país todo acaba siendo un sainete o una astracanada, especialmente si seguimos permitiendo iletrados y necios al mando de la política y los medios de comunicación (no soy de los que echan la culpa al mensajero, pero en esto del ébola Cañí el mensajero es el mensaje, parafraseando a McLuhan). Esta falta de luces no se arregla con los leds, ni podemos hacer que se orienten sus células del hipocampo, ni hay forma de analizarla al microscopio. Vergüenza.