El sábado acudí a la manifestación por el cambio social convocada por todo chichifú. A gusto, porque la tarde estaba estupenda, iba yo la mar de contenta en la mani saludando a gentes diversas que hacía tiempo que no veía y charlando apaciblemente. Pues bien, acabé destemplada. El domingo me enteré de que lo me había puesto tan morruda era un conflicto persona-rol. Fui a la manifestación como miembro de un colectivo adherido a la convocatoria (a esto llamamos rol), y por lo tanto, identificada con un alto porcentaje de las reivindicaciones de una parte significativa de las personas con quienes me manifesté. Y también fui como yo sin más (a esto le llamaremos persona). Mi persona es de natural crítico, eficacista y sintético. No obstante, ambos, mi rol y mi persona llegaron a la plaza del Castillo pasadas las siete en perfecta sintonía, que no es poco, y poco les duró la paz. ¿Cómo van a unirse las fuerzas progresistas si a mí y a mí misma nos cuesta tanto?

Recogía la prensa que el comunicado final tuvo un tono lírico. A mí no me gustó ese comunicado a veces épico y a veces lírico y largo, con una inidentificable señora J y unos bien reconocibles señores H y U, que ya, que bien, que vale, que el año que viene les den la medalla de Navarra a Sancho Abarca y a Iñigo Arista o que la metan en el rosco de reyes o que se someta a votación o que la pierdan, pero por favor, yo me estaba manifestando, y lo seguiré haciendo, a favor de repartir la tarta de otra manera, no fui a seguir dándole vueltas a una puñetera guinda.