La brecha salarial entre hombres y mujeres en nuestro país se sitúa en el 16%, un porcentaje muy similar a la media europea, y muy elevado, del que los partidos que se afanan en la larga precampaña electoral no dicen ni mu. Está muy bien quejarse de que Tsipras no haya incluido ninguna mujer en el gabinete griego, pero resulta muy insuficiente como posicionamiento a favor de la igualdad.
Las razones de la brecha salarial son variadas y sus consecuencias nada halagüeñas, así que si usted no acaba de entender, porque, por ejemplo, en su empresa mujeres y hombres cobran igual, le sugiero que busque en la red y encontrará unos cuantos documentos que la explican con claridad. Con este conocimiento procesado, seguro que comparte mi reacción ante lo que voy a contarle.
El caso es que el otro día la radio me regaló una perla de publicidad institucional: la campaña para la eliminación de la brecha salarial entre hombre y mujeres. Hasta ahí bien, ¿no?, pues hasta ahí, porque el medio propuesto para eliminarla es el autoempleo. Era una campaña de lavado de manos. Si tú, maja, no estás contenta con tus condiciones laborales o con la falta de ellas, anímate -así decía la eufórica que ponía la voz- no a ya a trabajar, no se trata de tener un empleo decente, no, anímate a realizar tus sueños -eso escucho-. ¿No sabías que ser autónoma es una bicoca? Emprende, reina. ¿Que no sabes? ¿Que no quieres? ¿Qué no puedes? ¿Que no funcionó? Pues tu apatía, tu torpeza o tu falta de visión mantienen y ahondan la brecha. La que quiera peces que se los pinte. Qué frivolidad y qué cinismo con el dinero de todas y todos.