Organización criminal
“El PP de la Comunidad Valenciana actuó en su conjunto como una organización criminal”. Muy cauta andaba ayer la edición digital de la joya de la corona del periodismo español. Aunque las noticias que día a día nos llegan sobre el asalto al presupuesto público de los populares levantinos dibujan un paisaje de proporciones calabresas o guineanas, no parece tan diferente el panorama que nos ofrecen otros puntos del Estado donde gobierna o ha gobernado este partido. Baleares, Castilla-La Mancha, Galicia, Castilla-León y sobre todo Madrid constituyen también escenarios privilegiados del latrocinio continuado cometido por militantes y cargos públicos del partido alfa de la derecha española. Sus dirigentes, sin capacidad para el sonrojo, siguen hablando de “casos aislados”, pero su número y multiplicidad nos avisan desde hace tiempo de que no constituyen la excepción, sino la regla. Más aún en una formación como el PP, caracterizada por su uniformidad en fondo y forma, sin sitio para la heterogeneidad y mucho menos para la divergencia. Oírle a Rajoy decir que él también está hasta los cojones de los casos de corrupción suena a chiste malo. Es difícil pensar que semejantes niveles de saqueo hubieran podido producirse sin su complicidad, anuencia o, como mínimo, conocimiento. ¿Organización criminal? Si se le aplicara la Ley de Partidos el PP estaría tal vez disuelto, y sus capitanes actuales y pasados en prisión preventiva a la espera de juicio. Es a esa formación, con mierda hasta más arriba del cuello, a la que se ha abrazado UPN. Si se da el caso, volverán a votar a Rajoy, ese zombi de la política desahuciado por todos menos por los regionalistas navarros. Lo reiteró el otro día su presidente Javier Esparza. Ya sabemos con quién anda. Alguna pista tenemos para saber qué es.