La Ciudad Navarra
La palabra Euskal Herria, referida al conjunto de los territorios donde se habla euskera, aparece escrita por primera vez en el siglo XVI, aunque lo más verosímil es que fuera de uso común en la lengua hablada desde épocas bastante más antiguas. Hasta bien entrada la década de los 80 del siglo XX era un término cultural aceptado por todo el espectro político, derecha navarrista incluida. Algún doctor universitario nos explicará algún día cómo una expresión donde nos podíamos encontrar gente de muy diversa ideología pasó a convertirse en yuyu para bastantes de los propios habitantes de esos mismos territorios, singularmente en Navarra. Es en ese contexto en el que el escritor Bernardo Atxaga formuló hace unos años su propuesta cívica a favor de Euskal Hiria, la “ciudad vasca”, en contraposición a la politizada Euskal Herria, entendida en su acepción de “pueblo vasco”. De ello habló el otro día en el Planetario dentro de las jornadas sobre Paz y Convivencia que organiza el Gobierno de Navarra. No sé si se le comprendió bien, pero es lo que ocurre con las metáforas poéticas. Euskal Hiria, más que un concepto físico, lo entiendo como un espacio mental y un modelo de convivencia, donde tal vez podrían sentirse cómodos hasta los que no quieren estar en él. De momento, no es más que el boceto del plano de un lugar en el que gentes de diferentes credos y procedencias étnicas y lingüísticas compatibilicen ámbitos propios con puntos de encuentro donde mezclarse, discutir y resolver problemas. Pero tal vez acabe siendo el borrador de un proyecto social y cultural donde poder incardinar nuestra Nafar Hiria, la ciudad navarra, quizás como intersección, quizás como unión, quizás, simplemente, como otra forma de llamar a lo mismo. Puede que, sin que nos hayamos dado cuenta, ese proyecto esté ya en marcha.