El pasado fin de semana se celebró el Bloomsday en Donosti (capital europea de la cultura, 2016) y tuve ocasión de estrechar la mano de Xabier Olarra y comprobar que, como John Wayne en El hombre tranquilo, detesta los apretones de manos flojos. El Bloomsday o Día de Bloom se celebra en Dublín y en otras ciudades del mundo cada 16 de junio desde 1954 por ser la jornada durante la que transcurre la acción del Ulises, la revolucionaria y portentosa novela de James Joyce, calificada por muchos críticos literarios como la mejor obra de ficción escrita en inglés durante el s. XX. Xabier Olarra, nacido en Tolosa pero afincado en Iruña, es el traductor del Ulises al euskera y estaba allí, sentado en la plaza Okendo, tomándose una pinta de Guinness mientras escuchaba un recital de canciones irlandesas a cargo de un dúo de simpáticas vedettes pelirrojas. Le dije que, en cierta ocasión, Joyce comentó que había empleado veinte mil horas de su vida en escribir el Ulises y le pregunté cuánto había tardado él en vertirlo al euskera. Me contestó que empezó el Bloomsday de 2012 y que terminó tres años después, el mismo día. Y que con toda seguridad había dedicado una media de más de seis horas diarias a la tarea, incluidos sábados y domingos. Con lo que la suma andará más cerca de las siete mil horas que de las seis mil. Luego le pregunté por qué alguien de apariencia sensata se sumerge voluntariamente en este tipo de trabajos ímprobos, pero en vez de responderme prefirió esbozar una sonrisa, como si también él se lo preguntara. Pero es cierto. Algunas personas hacen cosas así y otras no. Personas que se proponen empresas solitarias y calladas que exigen una alta capacidad de concentración y una dedicación prolongada en el tiempo. Siempre he creído que el avance cultural de los pueblos y la parte buena del progreso humano en este mundo se debe a esta clase de tipos. Hay gente para todo, claro. Y está bien. Pero solo algunos son excepcionales.