Todo por la pasta
Ahora que ya estoy empezando a fantasear (a veces, incluso, morbosamente, debo admitirlo) con la proximidad de la jubilación, el merecido descanso y la posibilidad, al fin, de empezar a escribir mis memorias erótico-festivas (falsas, por supuesto), me vienen con que el Gobierno está sacando a razón de entre 8.000 y 10.000 millones de euros al año del Fondo de reserva de la Seguridad Social, la llamada “hucha de las pensiones”, para otros acuciantes menesteres. Suena feo. Si siguen a este ritmo la hucha se agotará en menos de dos años, dicen las voces susurrantes. No sé qué pensar. ¿Quedará algo para cuando yo llegue? En fin, según un informe reciente de la organización Europa Laica, la Iglesia cCatólica recibe anualmente del Estado, entre las subvenciones directas y la exención de impuestos, más de 11.000 millones. “La Iglesia disfruta de un verdadero paraíso fiscal en este país”, afirman y es cierto. Por otro lado, en el Ejército pasa algo también muy interesante. Presupuestan una cifra (que últimamente suele rondar los 6.000 millones) pero según Ecologistas en Acción, cuadruplican el gasto previsto hasta los 23.300 con partidas escondidas en los presupuestos de los otros ministerios, sobretodo en el de Presidencia y en el de Interior. En realidad, el poder político ahora (y quizá siempre) consiste más que nada en eso: en manejar la pasta. No es que no haya pasta: hay la que hay. Lo importante es quién la reparte. Quién elabora los presupuestos y consigue (de un modo u otro) que se aprueben. A Sanidad, este año han ido 4.000 millones. A Educación, 2.500. A Cultura prácticamente nada, esto es España, amigos y vecinos, no lo olvidemos. Cuando votamos (votemos lo que votemos), lo que hacemos es eso: poner toda la pasta en las manos de la tropa de Rajoy para que la repartan a su gusto. Y todos sabemos cuáles son sus gustos. En ese tema ya nadie puede alegar ignorancia.