¿Putin y Trump se gustan? ¡Eso parece! Se admiran, se elogian el uno al otro. A mí, que ya voy teniendo una edad, estas ceremonias me dejan perplejo. Siento decirlo, pero con el paso de los años tampoco se ven más claras las cosas. Al contrario: se vuelven turbias, se enrevesan. Se supone que deberías ganar en lucidez, pero no es así. Se supone que deberías comprenderlo todo mejor, pero desde luego no es así. Trump y Putin quieren entenderse, eso se ve. Incluso quieren parecerse. La pregunta insidiosa es: ¿Va a ser este el modelo de líder mundial que va a hacer furor en las próximas temporadas? ¿Vamos a votar mayoritariamente a esta clase de sujetos rubicundos de pelo dorado? Putin dice que ambos comparten la defensa de los valores tradicionales: no sé a qué se refiere pero no suena bien. Ahora se exhibe como un fervoroso creyente, besa públicamente los textos sagrados, enciende velas, se hace fotos con popes religiosos en las iglesias. Vivimos en un mundo extraño. ¿Valores tradicionales? Ponerse abiertamente en contra de la igualdad de género, la eutanasia, la interrupción del embarazo y el matrimonio homosexual: a eso se refiere, supongo. El otro día Pérez-Reverte decía en una polémica entrevista que tenemos a los líderes que nos merecemos. ¿Tú qué crees? A mí lo que me da miedo ahora es que estos dos gallos de pelea, aprovechando que Europa ha entrado en un proceso de autocuestionamiento (y quién sabe si de autodestrucción), se pongan de acuerdo para organizar alguna barbaridad grotesca. Gran parte de la extrema derecha europea, empezando por la rubia Marine Le Pen, elogia a Putin: su ultranacionalismo, su belicismo y su xenofobia. Y me parece que Aznar puede estar pensando en tirar por ese camino. Lo veo capaz: crispa el ceño, alza el mentón. Después de haber visto sus acerados abdominales no me extrañaría que se presentara cualquier día teñido de rubio. Bigote incluido. Qué miedo.