Niños perdidos
En una esquina de este periódico se publicó la noticia de la detención de un chaval de 13 años por robo. El autor del hecho había sido arrestado días antes por, en compañía de varios menores, otros cuatro robos con violencia e intimidación. De nuevo, le detuvieron tras intentar sustraer el móvil a un niño en el centro de Pamplona, también con amenazas y simulando ir armado. Al no alcanzar los 14 años, es inimputable, no tiene responsabilidad penal.
En mi barrio residían varios críos en circunstancias semejantes a este caso. A la hora de la escuela, se les veía en la calle sin que nadie se encargara de ellos, y hubo un tiempo en que otros chavales dejaron de jugar al fútbol en la plaza, aburridos de que les quitaran el balón. En esa época, fui testigo del hurto de un bolso en un bar por el más pequeño de aquellos muchachos y de cómo los agentes municipales necesitaron una mínima explicación para saber quiénes eran los autores.
Sin cuidados, sin control, sin educación, en una de las ciudades con mayor nivel de vida del país, vagabundean algunos chiquillos perdidos que parecen no interesar a nadie hasta que asustan y roban a nuestros hijos, se marchan a vivir a otro lugar o alcanzan la edad para ingresar en prisión.