Seguro que muchos trabajadores han finalizado sus vidas laborales convencidos de que dieron lo mejor de ellos en sus respectivos quehaceres profesionales. Luego están las personas como Félix Solchaga, el conserje del colegio público de Tafalla, quien en vísperas de su jubilación recibió el homenaje de 500 alumnos y ex alumnos, padres y docentes, emocionados y agradecidos por una labor de 20 años bien hecha y, además, realizada con amor y dedicación.

En la despedida, a este bedel no le faltó de nada. Desde un pasillo humano entre la puerta de su casa y el colegio hasta flores, libros de poesía, banda de música, placa, aurrezku y, sobre todo, las palabras de sus chicos y chicas. Ellos le aseguraron que había sido un privilegio tenerlo de conserje, que en muchos momentos fue como un padre y que lamentaban que las siguientes generaciones no puedan conocerlo en esta labor.

¿Qué más se puede pedir? No se me ocurre mejor manera de acabar un ciclo en la vida que entre el aplauso de los tuyos y, sobre todo, sabiendo que además de repartir fotocopias, mantener el edificio y abrir y cerras diariamente sus puertas, has dejado huella en miles de estudiantes. La labor de Félix, y de tantos como él, es también educación de primera.