yoga, taichi, relajación y masajes. No es la carta de otro wellness center urbanita, es lo que hacen los niños en un colegio de Ortuella, un pueblo que nació en el corazón de la cuenca minera vizcaína para arrancarles a los montes de Triano el hierro que esconden. En esta tierra de gente cincelada que sigue explotando músculo y destreza en campeonatos de barrenadores han tirado las paredes de ese colegio y las han sustituido por láminas de cristal, han dejado fluir la música clásica para que inunde el espacio y los oídos infantiles, han borrado los pupitres y han suspendido las papeleras de las paredes. En un entorno casi onírico donde las criaturas encuentran todo a su alcance y no necesitan arrastrar, empujar, rayar suelos ni producir chirridos o tropezarse con el mobiliario escolar para ser más felices, han conseguido reducir de 90 a 50 los decibelios y de ocho a cero las bajas de profesores por afonía, mal endémico de esta esforzada especie humana. “Nuestros alumnos no están calladitos, obviamente, pero han aprendido a disfrutar del silencio”, así lo ve la directora de un centro donde reciben a los niños en la escalera para que vayan reduciendo conforme llegan a clase el volumen natural que emplea para explosionar la energía de su edad y donde los sacan al patio en grupos, en vez de los 584 al mismo tiempo. Se les ve acomodados en sofás y en corros en el suelo y sólo se sientan a una mesa para escribir o dibujar. Sí, San Félix Ikastetxea sigue el modelo nórdico de educación, el que pone tanto énfasis en adquirir habilidades como conocimientos. Hay más centros que comparten filosofía, pero este es el único que el miércoles ha recibido del Gobierno Vasco un premio de reconocimiento a la innovación. Zorionak!