dos con ochenta puntos sobre cuarenta. Es lo máximo que, en virtud del último decreto sobre la materia, pueden otorgarse por conocimiento del euskera en la zona no vascófona para entrar en la administración navarra. Siempre que exista concurso, y no la más habitual oposición a secas, y que la administración convocante lo considere oportuno. “Dictadura nacionalista”, “ruptura de la convivencia” y panfletos anónimos, o quizás no tan anónimos, alertando a los riberos de la “imposición de una lengua ajena”. No como el alemán, enraizado secularmente desde la Mejana a la Berrueza, cuyo conocimiento UPN decidió primar en los concursos-oposición sin que a ninguno de los que ahora se revuelven les pareciese un ataque contra el 99,9% de navarros ignorantes de la lengua germana. Retorcer los datos, o ignorarlos. Una táctica a la que recurren sin vergüenza los que en 2015 perdieron la llave de la caja. Esgrimen ahora una encuesta para contraponerla a los datos que maneja el Gobierno Foral en apoyo de su política lingüística. Para UGT, PSN, PP y UPN, el Gobierno miente cuando dice que casi el 13% de navarros hablan euskera, porque la citada encuesta -basada en mediciones orales a nivel de calle- habla de un uso inferior al 7%. Son ignorantes, pero no tan estúpidos como para saber que confunden deliberadamente churras con merinas. Lo explicaré facilito. En un grupo de cuatro amigos en el que tres -el 75%- seamos euskaldunes y uno no, las probabilidades de desarrollar una conversación entre cualquiera de nosotros en euskera no llegan al 50%. Nos cortamos mucho cuando sabemos que alguien no nos entiende. Una medición del 7%, lejos de deslegitimar nada, justifica de sobra lo que se hace y mucho de lo que se podría hacer. El otro día oí a la parlamentaria de UPN Cristina Altuna en Euskalerria Irratia. Se quejaba de que hubiera quien calificara de “euskarófobo” a su partido. Me resultó desgarrador. Qué barbaridad, Cristina. Euskarófobo UPN.