Dos almas
La cara de la moneda: el alcalde de Errenteria, Julen Mendoza (Bildu), homenajeando el sábado a un guardia civil muerto por ETA en esta localidad guipuzcoana, por petición expresa del hijo de la víctima. El abrazo entre ambos. Los mensajes que se intercambiaron. La voluntad de que, en medio de todo el dolor, actos como los del domingo sirvan para algo y ese algo sea distinto y bueno. La cruz de la moneda, nunca mejor dicho: un millar de personas reunidas el domingo en Leitza para conmemorar los 40 años de Jarrai, la rama juvenil que protagonizó la kale borroka de las últimas décadas del siglo XX y primera del XXI y escuela de muchos de los posteriores militantes de la organización armada. La izquierda abertzale tiene dos almas. La primera hace una lectura crítica del pasado. La otra lo glorifica con el subliminal mensaje de que todo ese horror “mereció la pena”. ¿Esquizofrenia? No sé. Prefiero pensar que el particular momento que viven estos últimos años los herederos de la HB de los 70 necesita de ambos mensajes, en principio contradictorios, para contentar y controlar a los más aguerridos de entre los suyos e impedir tentaciones de volver a las andadas. Por lo demás, no es el único punto del espectro con bicefalia anímica. El diputado de UPN Íñigo Alli no solo se desmarcaba ayer de su partido en el tema de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, sino que ponía en valor la actuación de los dos protagonistas del homenaje del sábado en la localidad guipuzcoana, el alcalde errenteriarra y el hijo del asesinado, Antonio Cedillo. Que un alto cargo del partido foralista hable de “inclusión, perdón y justicia” como formas de pasar página en el tema de la violencia política no solo resulta una agradable novedad. Nos hace albergar la esperanza de que todavía pueda existir vida inteligente en ese barbecho de las ideas que hoy es el navarrismo.