-Está llamando al Teléfono de la Esperanza, ¿dígame?

-Te diría que te fueras a la mierda antes de soltarme tu putrefacta basura positiva y optimista.

-¿Puedo ayudarte en algo?

-Sí, puedes meterte la lengua por donde te quepa para conocer a qué saben vidas como la mía, Señor Voluntario.

-Creo que no me llego, pero me lo puedes contar si quieres.

-Pues mira, llevo dos años sin trabajo, se me ha acabado el paro y he empezado a pensar que igual no soy tan buena en lo mío, ¿me entiendes?

-Perfectamente...

-En estos dos años me he ido poniendo nerviosa, cada vez más? ¿Y qué haces? Pues salir. Para olvidarme de mis problemas, para conocer gente? Lo normal. Y mi chico, que me estoy pasando, que tanto salir no me sienta bien, que estoy cada vez más insoportable? ¡Que no sabe qué hace conmigo, me dice! Y hoy se ha ido de casa, el desgraciado? ¡A casa de la loca de su madre! ¡Ahí sí que se va a desquiciar en dos días!

(El voluntario coge aire y lo exhala como quien libera una pantera. Lenta y cuidadosamente. El aire atraviesa el móvil de la mujer, un zarpazo de hormigón directo al cerebro).

-Bien. La cuestión es ¿qué te gustaría cambiar en tu vida ahora mismo?

-Este asqueroso sistema laboral. Pero para empezar, ¡que mi chico volviera a casa a dejar la tele y la tablet que se ha llevado!

-Itzi, no vas a ver la tele y la tablet hasta que dejes de insultar a mi madre. Y si vuelves a llamar aquí, hazlo a partir de las siete, que es cuando termino mi turno.

Mañana el Teléfono de la Esperanza cumple 40 años en Navarra escuchando y acompañando a quien necesita hablar. A los 130 voluntarios que, teniendo vuestra vida, descolgáis el teléfono cada día para manejar situaciones ajenas e infinitamente más serias que esta, mucho ánimo.