Hay que ser un cabrón de la peor ralea, mala persona célula a célula o en su defecto completamente idiota y analfabeto emocional e histórico para ir a un mitin de Vox en Murcia y gritarle a José Antonio Ortega Lara “¡de vuelta al zulo, Ortega Lara, de vuelta al zulo!”. Creía que no iba a ver nada tan asqueroso como la portada de Egin cuando liberaron a Ortega Lara el 1 de julio de 1997 tras 532 días secuestrado por un atajo de hienas, la de Ortega Lara vuelve a la cárcel -era funcionario de prisiones-, pero el medio centenar de gilipollas que fueron a gritarle eso a Ortega Lara lo han conseguido. Ser víctima de ETA o de lo que sea no te convierte ni en mejor ni en peor que nada ni nadie, no te libra de la crítica política ni de ninguna crítica e incluso no te tiene por qué librar del desprecio y más si tú también lanzas frases e ideas despreciables, como hace Ortega Lara y su partido, el ultraderechista Vox. Pero nada da permiso para mentar tan alegremente el extremo sufrimiento humano al que fue sometido Ortega Lara, un sufrimiento del que todos los demás que no hemos pasado por eso no podemos siquiera imaginar. Los hectoplasmas que se lo gritaban ni siquiera lo imaginan. O lo que es peor: lo creen asumible y por tanto se lo desean. Quizá eran muy jóvenes por entonces y no saben captar la sensación que tuvimos todos cuando le vimos llegar a su casa y bajar del coche o quizá ya eran tan limitados mental y humanamente que distinguir la crítica de caer en lo más bajo no entra en sus parámetros. Algunos autodenominados antifascistas, sinceramente, tienen de antifascistas cero y sí y bastante de todo lo contrario, amén de la inteligencia de un pistacho, puesto que sucesos así no hacen sino alimentar a entes como Vox y compañía. No sé, hay límites que los marca la condición humana. Si los superas -y se hace en todos los lados del ring-, no andas lejos de las bestias.
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