Tras dejar el Parlamento hace un año, hace poco se anunció que Iñaki Iriarte volvía a la lista de Navarra Suma para las forales. Iriarte, profesor de Historia del Pensamiento Político, se significó en esos tres primeros años por, al margen de sus ideas, aportar argumentos, conocimiento y al menos cierto nivel mental, lo cual siempre está bien cuando se les paga vía presupuestos. Desde que se anunció que entra de nuevo en política, su cuenta de Twitter se ha convertido por el contrario en una larga retahíla de boutades, faltadas de respeto -antes de ayer animó al Gobierno de Navarra actual a colaborar con el iraní en temas de machismo-, usos léxicos clásicos de graciosillo que intercala palabras en euskera -lo habla- y retuerce el idioma castellano para atacar a quienes lo usan -¡Ay, la koerentzia!- y toda clase de barrillos. Supongo que son estrategias que vienen de UPN, donde les habrán aconsejado dejarse de medias tintas y rebozarse por el lodo. Ellos sabrán. El caso es que también antes de ayer, para criticar que un parlamentario de Geroa Bai cortase un DNI -una estupidez grande, por otro lado-, comentaba que “tiene pinta de ser una pelea de bar y que el DNI iba provocando”. Esto es deleznable, sobra, no hace falta hacer gracietas -o intentarlo, porque la gracia se tiene o no se tiene, no la da la universidad, como no da ni educación ni humanidad- cuando tras esa referencia hay 10 personas en la cárcel comiéndose años y años y años de falta de libertad, personas que habrán cometido un delito pero que cuando menos merecen respeto por parte de futuros representantes públicos. Es perfectamente lógico que critique a quienes denominan aquello de una manera que a él no le guste. Pero que recuerde quién está en la cárcel y quién va a estarlo injusta y desproporcionadamente castigado. Si es capaz, claro, de recordar al ser humano que se supone lleva dentro.