Del primer año de guerra en Ucrania por la invasora Rusia vamos a pasar a la guerra electoral por la asaltante propaganda. ¿Qué le ocurre a la tele cuando en solo un año da cobijo a dos elecciones que pueden cambiar (que no mejorar) todo? Que convulsiona y se pone histérica. Normalmente, la televisión es un territorio informativo para millones de personas, pero que con la llamada a las urnas se transforma en insufrible aparato de propaganda. Se confunde propaganda (creencias e ideologías) con publicidad (productos y servicios). En esencia, la propaganda te considera tonto del culo y se vale de su descaro para manipularte. Y así, de hipérbole y simplezas se colmarán las pantallas en 2023. Muchos creen que la tele ya no es el medio decisivo y que ahora los votos se ganan en las redes sociales. No, amigos, Twitter y demás herramientas son trincheras donde combaten los soldados de uno y otro bando, no las personas corrientes. En redes no hay razón ni argumentario, solo balas de destrucción del rival. Contienen toda la mezquindad electoral: lo bueno tuyo es malo para mí, y viceversa. Pese a haber descendido el pasado año un 11% su consumo convencional, la tele sigue siendo rey de masas. Lo señala Barlovento Comunicación en su concienzudo estudio de audiencias. Los partidos lo saben y se volcarán especialmente en las cadenas públicas, cuyo máximo valor es su potencia y cercanía informativa. También en ETB, líder absoluto frente a los nada neutrales grupos de prensa local. ¡Hay que ver cómo les joroba este poder de la radiotelevisión pública vasca! Vayan poniendo al día sus filtros de defensa, porque de izquierda a derecha y desde populismos a elitismos les caerán misiles de carga hueca y tonterías. Es fácil elegir con visión de cuatrienio vencido y recuerdo de coherencia. Urte berri on!