Para mí turismo también es llegar a un sitio después de muchas horas de viaje o salir de un sitio antes de muchas horas de viaje y poder tomarme un café que no sepa a cañería, un pincho o un refresco o alguna zaborra dulce y pedirlo por favor y darle las gracias a alguien. Llegar a una ciudad a una hora rara y que ya sea en la estación de tren o en el aeropuerto -ambos lejos del centro- no haya nada más allá de unas máquinas automáticas de venta directa es bastante triste, da una imagen del lugar cuando menos soviética -no se enfaden los pro, pero estuve en Rusia año y medio después de pasar de ser Unión Soviética y sé qué me digo-. No sé, la potestad de gestionar esto está en manos de Aena en el caso del aeropuerto y en el caso de ADIF en el de la estación, pero quizá no estaría de más que el Gobierno de Navarra se interesara por la situación, a través de Desarrollo Económico -Manu Ayerdi- y de Turismo -Maitena Ezkutari-. Aena ha optado por poner máquinas de vending solamente y la concesionaria para los próximos 10 años en la estación de tren va por el mismo camino: máquinas automáticas y unas mesas y unas sillas imagino que para zamparte un bocadillo frío y una limonada a precio de mariscada. Ya digo que en mi opinión Turismo podría preocuparse por el tema y hablar con los responsables de cada espacio y por qué no ofrecer alternativas: locales en alquileres ayudados por el propio gobierno tras efectuar un concurso, con baremos que tengan en cuenta la creación de empleo, parados y paradas de larga duración, discapacitados, entidades sin ánimo de lucro. No sé, no soy técnico en la materia, pero sí no lavarse las manos y al menos tratar de revertir esta imagen que se lleva quien llega y quien se va, ya sea de aquí o de fuera, una imagen fría y sin alma, como de pasillo de hospital a las 4 de la mañana y ese café con leche y palito que te pone los intestinos de pie.