al parecer y por quinta oportunidad consecutiva Navarra va a contar con presupuestos generales con los que afrontar el año en curso, unos presupuestos que dispondrían del respaldo directo, con sus diferencias, de partidos que suponen el 60% de los escaños y del 60% de los votos, una cifra más que representativa. Atrás quedaron los años en los que UPN era incapaz de pactar nada con nadie y que obligaron a prorrogar en 2013, 2014 y 2015 los presupuestos de 2012, los únicos nuevos que fue capaz de sacar adelante Barcina. Este año, nuevamente, Navarra Suma será la única fuerza que no formará parte del acuerdo y, en lógica consecuencia, ya ha anunciado que va a presentar una enmienda a la totalidad, acusando, como no podía ser de otra manera, al PSN de estar echado en brazos del PNV y de Bildu. Es la táctica de Navarra Suma desde que el PSN optó por liderar un gobierno sin la derecha en lugar de ser su monaguillo: el PSN se ha traicionado a sí mismo y a Navarra y además no pinta nada ante esos vascos. Es una lectura francamente ridícula -amén de que sea una afrenta a ese 32% de los votantes que votaron a esos vascos, que deben ser todos vizcaínos, y al 8% que eligieron Podemos o I-E, todos comunistas- puesto que ridículo es seguir haciendo hincapié precisamente en lo que la mayoría de la sociedad navarra ha elegido, que no es otra cosa que esto que está sucediendo. Esparza y su equipo siguen tirando de esta consigna, la de la traición del PSN, cuando quizá -y sin el quizá- la traición del PSN haya tenido lugar los 25 años anteriores, cuando era incapaz de articular una estrategia propia clara y se arrugaba y arrodillaba en cuanto llegaba la opción de hacerlo. Imagino que cada crítica de Navarra Suma -lacerante para los regidores actuales del PSN, a los que acusa cada día de traidores y meros palmeros- es un refrendo involuntario a la decisión tomada por Chivite y cía.