e dicen que va a ir todo bien. Y ni siquiera sé que significa todo bien", canta Dylan en Tratando de entrar en el cielo. Sigo viendo colgando de balcones y pegado con cellos a las ventanas la famosa frase que los niños y las niñas dibujaron con letras de colores y arcoíris: Todo saldrá bien. Vale, que los pequeños vivan en las tazas de Mr. Wonderful es necesario y bueno para ellos. El resto nos deberíamos de conformar con asumir que, con suerte, va a ir todo regular. Para fallecidos, familiares, enfermos, etc, ya ha ido fatal, mientras que para millones y millones de personas está yendo mal, muy mal o pésimo. En esa misma canción Dylan dice que "cuando crees que lo has perdido todo te das cuenta de que aún puedes perder algo más", algo tan cierto como la vida y que muchas gentes van a padecer cuando no habían sido capaces de remontar el vuelo de todo lo sufrido hace una década o un lustro: "los pobres seguirán siendo pobres y ricos permanecerán ricos, así es como funciona y todo el mundo lo sabe" (Todo el mundo lo sabe, Leonard Cohen). La enorme cobertura social ofrecida por ahora por los gobiernos, siendo un hecho positivo incontestable, no va a poder por lógica igualar el estado anterior de las cosas y la pandemia va a suponer más desigualdad en lo que ya era desigual, va a cavar trincheras aún más grandes en la muy visible -siempre lo fue- diferencia de clases. Hasta aquí el realismo. ¿Saben la parte positiva? Creo que una parte, aunque sea muy pequeña de la sociedad, va a cambiar a mejor. Esos son los cambios, pequeños, lentos e inseguros, que han ido mejorando el mundo. En eso confío. Les dejo una frase de Arsuaga, en la que creo: "Es que el pesimista no hace nada. Es un egoísta que se justifica. Un egoísta que utiliza el pesimismo como coartada para no hacer nada. El pesimista no cambia nada. El predicador tampoco. El optimista es el que cambia las cosas".