upongo que están enterados de que en Estados Unidos, amén de luchar contra el presidente más peligroso de la Historia, llevan varios días de revueltas protagonizados mayoritariamente por personas de color negro, pero también de color blanco, por el cruel asesinato en plena calle de Mineápolis de un negro de 46 años llamado George Floyd. Haciendo un esfuerzo, porque imaginaba que el vídeo era duro de ganas, vi los dos minutos y medio en los que se observa perfectamente cómo un policía con la rodilla clavada en la nuca y cuello de Floyd -esposado, detenido poco antes como sospechoso de haber usado un billete falso de 20 dólares, algo que no está confirmado- hace caso omiso de las palabras -"no puedo respirar"- y los gestos de Floyd, así como de los avisos de varias personas que le piden por favor que deje de pisarle así, ante la mirada idiota de su compañero de patrulla. El vídeo muestra todo el proceso hasta que Floyd ya no respira. El policía, impertérrito, apenas ejerce una fuerza o una violencia gestualmente exagerada: solo carga todo su peso sobre Floyd, mientras este va perdiendo aire como un pez fuera del agua. A mí lo que me extraña es que no le hayan pegado fuego al país entero, por mucho que incluso el propio alcalde de Mineápolis haya condenado el acto y exigido responsabilidades. A los actos de protesta y a la rabia general lógica que ha derivado en escaramuzas por muchas partes del país le han sucedido como es habitual saqueos y esta clase de consecuencias laterales que son las que suele usar el poder para desviar la atención de lo realmente dañino: el racismo indisimulado de muchos y el grave problema que con el mismo tienen muchos cuerpos de policía del país, comenzando por su propio presidente, muchos altos cargos y la sociedad. La extrema derecha, racista, homófoba, mala, es veneno en todas partes. Y hay que recordárselo siempre. Y recordárnoslo.