l lunes puse en mi Facebook un poema de Miguel D'Ors -Se está apagando el fuego-, que dice en una de sus estrofas así: No sé qué sucedió: todo se fue nublando, y yo también estaba más turbio y más silencioso, más preso entre mi nombre y mis semanas, y todo tan invierno y tan Pamplona, y los libros, y el aire, todo gris, todo como con un olor a gato o seminario. Lo del todo tan invierno y tan Pamplona merece por sí solo el Príncipe de Viana de la Cultura. Y lo del olor a gato y seminario la Medalla de Oro de Navarra. Al parecer, hoy sale el sol. Y mañana. Salió un poco el martes a la mañana, tras 10 días sin verlo. En diciembre al menos en mi barrio al este de la ciudad habríamos visto el sol no más de 30 horas. En lo que llevamos de enero, parecido. Sé que estamos en invierno. Sé que estamos en Pamplona. Pero esto va más allá. Esto es Reikiavik. A ustedes igual les suena bien Reikiavik, ¡oh qué bonito y qué exótico Islandia, sus fiordos y sus volcanes y sus auroras boreales! Ya, los cojones. 1.300 horas al año de sol. 1.300. 12 en diciembre. 12 horitas, amigos. 20 en enero. Una puta cueva. Una excelente amiga puso un comentario al poema: no ponerse dramáticos, es Pamplona. Otra, a un mensaje similar hace unos días: dale tiempo al sol, ya saldrá. Como ya digo, son dos buenas amigas, así que no se me enfadarán si les llamo el Comando Ánimo. Seguro que conocen gente así. Son peor que el clima. Lo que uno necesita cuando vuelca su negatividad es gente que se reboce en el barro con él, no peña animada. Para eso ya está eso que ahora se llama resiliencia y que antes se llamaba te jodes y te aguantas y de la que todos tenemos mucho. Pero es vital para la salud mental poder cagarse en algo de vez en cuando. Es como el duelo: hay que pasarlo, hablarlo y llorar. Pues con esto es parecido: si no eres capaz de quejarte conmigo, hazte a un lao. ¡Queremos sol y calor y que dure!