o hago más que leer terribles artículos sobre lo peligrosa, contagiosa y más mortal que es la cepa británica, que ya es la nuestra puesto que casi el 100% de los contagios son de esa cepa, pero prefiero aferrarme a los datos: 169 muertes en noviembre, 77 en diciembre, 72 en enero, 62 en febrero, 28 en marzo. 28. ¿Muchas? Más que las necesarias, seguro. Pero más de la mitad menos que en febrero y, por ahora, decayendo semana a semana. Porque puede ser cierto -y lo será- que esta cepa es más contagiosa y hospitaliza más, pero teniendo en cuenta que la edad media de los fallecimientos es superior a los 80 años y que buena parte -aunque aún no todos- de los mayores de esa edad ya han recibido dos dosis o una de la vacuna podríamos extraer la conclusión de que la vacunación funciona. Está funcionando muy bien en los países de los que ya se tiene vacunada a una parte muy importante de la población, caso de Israel o Reino Unido. Se desploman los ingresos y se desploman los fallecimientos, así como se desploman los contagios, puesto que aunque no protegen del contagio en todos los casos sí que está pareciendo obvio que las vacunas los hacen disminuir de una manera bastante radical. Seamos por tanto optimistas con que esto poco a poco está yendo, aunque sea a nivel de fallecimientos, mucho mejor que hace unos meses y que aún seguirá yendo a mejor cuando de una vez por todas este lentísimo ritmo de vacunación dé paso a algo que tenga más que ver con una vacunación masiva. Por ahora, apenas el 12% de la población navarra ha recibido las dos dosis o una, tan solo 1 de cada 8 navarros y navarras, una cifra muy baja para aún pensar en grandes cambios del panorama de limitaciones y en bajar la guardia a nivel personal. Pero las cifras son halagüeñas. Quedémonos con eso, toda vez que la realidad cotidiana sigue siendo un mero espejismo de la vida que vivimos hasta marzo de 2020.