l problema con VOX consiste en que forma parte de la mentalidad de un no poco despreciable número de habitantes de España y de un no poco despreciable número de personas vinculadas a las altas jerarquías de toda clase y condición. No han salido de debajo de las piedras. Si hubiesen salido de ahí sería más sencillo aislarlos y señalarlos como a la peste que son, como a esa fascista macarra que es Monasterio dudando de las amenazas de muerte a Iglesias, retándola como una chula de bolera, sin ser expulsada del plató del que sí se va Iglesias pero no los otros políticos presentes, que deberían haber cogido la mascarilla y salido de ahí porque con la peste al lado nada bueno te puede pasar. Pero no han brotado de la nada, sino que son un porcentaje nada desdeñable de gente que ha permanecido instalada en la derecha del PP y luego en Ciudadanos e incluso en el PSOE y en la abstención, amén de iluminados que vienen de la izquierda y a los que engañan con el tocomocho de la inmigración, sin la cual este país estaría en la ruina en muchos sectores, puesto que la inmigración aporta los cimientos de mucha actividad, por no hablar de cotizaciones y servicios. Ése es el problema con VOX cuando uno oye intervenciones enervantes como las de Monasterio u otras, esa clase de intervenciones que sacan lo peor de cada uno hasta niveles previolentos, niveles en los que ellos y ellas se sienten muy cómodos porque el fascismo, el nazismo, el racismo, es eso: violencia intelectual y violencia verbal, sin cortapisas. Ahora es tarde para no dar voz a esta chusma, porque están legalizados y han venido para estar unos años, pero no es tarde para cortar por lo sano cuando actúan así. Y por supuesto no es tarde para no votar a quien pactara con ellos a la mínima, que no es otro que el PP. No son los mismos perros con distintos collares, pero han ido bajo el mismo collar muchos años.