or desgracia, tras unas semanas en las que la actualidad informativa nos dejaba mirar para otras muchas partes, el Covid vuelve estos días a recordarnos que si bien se escondió un poco nunca se ha ido del todo y que, como los buenos delanteros centros, en cuanto ve hueco tira a puerta. Sería una insensatez acientífica y una bravuconada afirmar aquí -puesto que nada sé- que este incremento notable de casos y aunque no tan notable sí claro incremento de ingresos tienen que ver única y exclusivamente con un sector u otro, con una actividad u otra, cuando lo más sensato parece ser indicar que pueda deberse a una suma de muchos factores: relación en público y en privado, fin de muchas limitaciones y restricciones, clima, mayor vida en interiores, etc, etc. El caso es que los números están ahí y es ahora cuando hay que ir viendo si efectivamente estamos dispuestos como sociedad a convivir con el virus o en cuanto el virus muestra sus garras lo que respondemos es con cierres, limitaciones y pérdidas de terreno. En una sociedad en la que el 91% de las personas en edad de vacunar se han vacunado, en la que, por tanto, la inmensa mayoría ha puesto de su parte para ofrecer un muro de contención, en la que muchos de entre ese 91% han seguido manejándose con prudencia y rigor, resulta cuando menos descorazonador oír, yo qué sé, que igual hay que volver a las mascarillas en exteriores o cuestiones similares, asuntos más del día a día de cada persona que del ocio o la actividad económica, por ejemplo. Por supuesto, no digo que sea sencillo afrontar ahora esta fase para quienes igual tienen que volver a establecer fronteras que hace apenas dos meses parecían olvidadas para siempre, pero sí es cierto que los ciudadanos merecemos explicaciones bien convincentes y precisas según de qué clase de límites se esté hablando. Llevamos mucho con esto y ya no todo vale.