na carpa pequeña, con tres hinchables, unas mesas para pintar y otro hinchable con dos canastas de baloncesto. Fuera, un tiovivo. Un horario de cinco horas diarias desde el 27 de diciembre al 30 de diciembre. Ese es todo el despliegue que para el público infantil ha hecho esta Navidad el Ayuntamiento de Pamplona. No sé calcular, pero habrá unos 35.000 menores de 12 años en Pamplona, que han tenido vacaciones desde el jueves 23 hasta el domingo 9. 18 días en los cuales el ayuntamiento de su ciudad se ha olvidado de ellos por completo, como por otra parte suele ser habitual, mientras las mentes pensantes quizá estén sumando con la calculadora cientos de miles de euros para otra clase de programaciones, caballos, sanfermines, ajedreces, fiestas y saraos varios. 18 días son un carro de días. No se trata de que el ayuntamiento nos solucione a los padres el ocio. Tenemos bastante callo en parquear, moverlos, si hace bueno en que estén en la calle todo lo que puedan y quieran, etc, etc. Pero un mínimo de oferta es cuando menos un detalle. La carpa instalada, por cierto, por Coworkids, el programa del ayuntamiento para infancia y acción comunitaria, era una cosa indigna, en la que se formaban unas colas potentes y en las que las pobres colaboradoras bastante tenían con no caer rendidas víctimas de la ansiedad que me imagino les generaría ver todo aquel cochocho en un espacio tan reducido. Ha hecho, por suerte, un clima fantástico hasta ayer y las previsiones climáticas se sabían desde días y días antes, pero ese mismo clima benigno se podría haber aprovechado si hubiese habido una mínima oferta al aire libre. No la hay. Están los parques de la ciudad, el fantástico de autobuses -que Maya quería tirar para hacer una pista de esquí- y pare usted de contar. Quizá valga durante el año, no en Navidad. La misma empatía con los niños que Herodes tiene este ayuntamiento.