l tema es que no podemos perder jamás de vista que para bastantes familias -unas pocas ya serían bastantes, pero es que además son bastantes de verdad- la carne es cara. Y esto tampoco puede quedar fuera del debate, ya que si bien es cierto que la ganadería industrial entraña los peligros que entraña, la extensiva o más tradicional siendo más sana, seguro que ajustada de precio, sostenible y respetuosa, para ya digo bastante gente es cara. Quizá cara no sea la palabra, puesto que parecería que te la cobran más de lo que vale. Simplemente no se la pueden permitir. Y esto es así. No puedes pagar piezas de carne a 12, 15, 18, 22 euros el kilo, de la misma manera que no puedes hacer lo propio en unidades de pescado con esos precios. Hace unos días ya se leyó aquí que en 20 años los sueldos habían crecido un 41% y la vida en cambio lo había hecho un 54%, pero habrá que ver en qué sueldos. Para mí que en los tramos medios y bajos de la sociedad los sueldos no han crecido un 41% con respecto a antes, sino menos. Y, por tanto, el, factor precio también es un factor importante a tener en cuenta cuando hablamos de todo este asunto de la carne y los tipos de ganadería, del mismo modo que se podría hablar de toda la pirámide nutricional en general y sus precios y qué pueden hacer ante eso consumidores con el poder adquisitivo bajo mínimos: se lo digo yo a Arguiñano, empeñado en decir que los padres cocinamos mal sin discernir causalidades: comer peor de lo necesario. Sí, se comen cosas que pasan por ser algo que en realidad no son, tratadas de maneras poco edificantes y fabricadas en cantidades industriales con poca generación de empleo para poner en el mercado cosas que llevarse a la boca a precios que muchos puedan pagar. El debate no puede obviar ese factor, factor básico si me apuran a la hora de por dónde van los mercados y los tipos de ganadería.