ues a mí estas cosas me disgustan. Porque ustedes no sé, pero yo me acuerdo de cuando en el 88 la Infanta Cristina fue la abanderada de España en los Juegos Olímpicos de Seúl y lo felices que éramos entonces y lo más felices que fuimos cuando la bandera la llevó su hermano en Barcelona'92 -qué guapo, se decía, ¡se gritaba!- y cuando casó la mayor en el 95 que lloró España y cuando en los Juegos del 96 en Atlanta se enamoró de la pequeña ese vikingo de Urdangarín y luego la Leti de Felipe y los hijos y los nietos y el Hola y hasta luego corazones y las fotos en Marivent y todos de blanco y azul marino y los besamanos y todos esas millones de toneladas de azúcar y el país entero con rodilleras. ¿Dónde ha ido a parar toda esa felicidad? ¡A la mierda ha ido! Son cosas que pasan. Ya lo dijo el pobre chaval mayor -que en verdad daba penilla, que menudo pastel se comió-: son cosas que pasan. Pues así deben de pasar, claro. Igual ahora reamente nos enteramos de cómo pasan y el problema estaba antes, que no nos comíamos un torrao, mientras el emérito cruzaba España de catre en catre sin pisar el suelo. La duda es si ahora no se tapa nada o se sigue tapando lo de quien tiene las llaves, vía la pleitesía de los poderes públicos y los medios de comunicación. Quiero decir que si la pareja ideal esta de ahora es esta versión española de los Hollister que nos venden o dentro de 40 años nos enteraremos de los asuntos, como nos ha pasado con el padre y la madre. No es que tenga yo especial interés en sus intimidades, apenas como contribuyente y religioso pagador de sus elevadas nóminas, pero no en plan de saber detalles, ya me entienden. Ni eso me interesa ya. Con lo felices que fuimos... Ahí en la grada de las piscinas Picornell celebrando los goles de Estiarte y Sans y Miki Oca en el 92 y venga de abrazos y de comisiones. Nos habéis jodido la juventud, Borbones, hombre. ¡Banda!