odos sabemos y notamos cuando alguien nos atiende con cariño o cuando le importamos o no le importamos. El interés y el cariño se notan normalmente fácil, así como la abulia y la desgana. Pasa en las relaciones personales, en las profesionales y pasa en las administrativas. En las administrativas, cuando gobierna UPN y en menor medida pero no mucho menor cuando gobierna el PSN, el cariño que se le ofrece a cualquier actividad cuyo núcleo central sea la defensa, reivindicación o visibilización del euskera es tendente a cero. Muchas cosas se hacen a cargo de estos partidos cuando gobiernan básicamente porque no les quedan más cojones que hacerlas, pero con una mueca de disgusto y hasta de engorro, al punto de que cuando la legislación vigente -o su interpretación- les permite torpedear actos o eventos no tienen miramiento ninguno que sí tendrían si la actividad no tuviese relación con el euskera. Esto es así y lleva siendo así décadas. La última ha llegado de la mano del ayuntamiento de Pamplona, que prohibió que ayer las distintas korrikas txikis que se llevan a cabo en los colegios se pudiesen efectuar por las vías públicas y se ciñeran a las aceras. Decenas de apymas tuvieron que debatir, volverse locas, rebuznar y lamentar que unos recorridos que muchas veces son cortísimos y que apenas suponen inconveniente alguno para el tráfico más allá de esperas de poquísimos minutos tuvieran que ceñirse a aceras y parterres. Por supuesto, todo lo que supone entrar en la vía pública supone una molestia, pero de sobra sabemos que si la iniciativa fuera de otra clase el cariño y la receptividad para poder solucionar el inconveniente sería totalmente distinto. Algunas de las korrikas se suspendieron por el clima y otras siguieron adelante en apoyo a una lengua propia de Navarra, apartada a la acera como las papeleras y los contenedores. No tienen vergüenza.