ue un 1 de Mayo muy forzado. Como si se hubiera olvidado el espesor histórico. O que la dominación no cede sin una demostración de fuerza. Sin embargo, ahí estábamos, amordazados por un virus al que no puedes forzar con estas naderías. Luego sí, tuvo ese punto primaveral, imprescindible para después echarse unos vinos. Pero esta vez no pudo ser. En lo que no varió fue en la unidad de acción sindical. Ahí sí, todos a una. Todos los sindicatos, cinco, salieron a la calle a distintas horas. Para no rozarse. Alguien se tomó muy en serio lo de la distancia de seguridad.

CCOO y UGT se manifestaron juntos con el lema Ahora toca cumplir, un país en deuda con su gente trabajadora. ELA salió a otra hora con: Aldaketa garaia da!/Es tiempo de cambio. LAB empezó a la hora del Ángelus con: Aldaketa da aukera! zaintza, lana, bizitza eta herria!. Y la CGT se manifestó a otra hora y en otro sitio con el lema: Trabajar menos para trabajar todos y todas. Ya ven, todo un ejercicio de creatividad y de unidad de acción sindical.

Bueno, me dirán que esto es todo un clásico. Que esa discusión pertenece al pleistoceno sindical. Que se da por perdida y se acabó. Pero joder, si algo hacía falta era demostrar unidad. Por lo menos para aumentar la moral en estos tiempos de sindiós. Y sí, ya sé que entre unos y otros hay de todo: neoliberales, negacionistas de clase, nacionalistas amables, postmarxistas, internacionalistas o postanarquistas. Vale. Pero acaso la pandemia no ha demostrado ya que la clase trabajadora ha sido la más castigada.

Miren en Madrid. Seis ministros tirando de pancarta. Como si la realidad se hubiera poblado de ficciones. Hasta una ministra de Trabajo compartiendo lemas y griterío. Lo nunca visto. Y llegados a ese punto algo falla. Porque una estatización del conflicto social nos conduce ineludiblemente a una derrota autoinfligida.