e hablado de sexo con mi amiga Eva y he leído el futuro según John Gray. Mi amiga vive en Barcelona, es periodista y trabaja de guionista en contenidos de realidad virtual. John Gray es filósofo político e imparte clases de Pensamiento Europeo en Londres. Con mi amiga Eva me río, con John Gray, menos. Los dos han confluido en un punto, la realidad inmersiva. La probé en una exposición sobre Lluis Llach en Barcelona este enero y es bru-tal. Me coloqué las gafas de realidad virtual y me encontré literalmente dentro de una biblioteca por la que paseaba y hojeaba libros sobre las mesas hasta que escuché un piano que alguien tocaba en otra sala, me acerqué y allí estaba Lluis Llach. Al terminar la pieza se levantó con su gorrito negro, se acercó a mí y me guiñó un ojo. Impactante. Como haberlo vivido. Mi amiga ha probado esta experiencia con el porno y se ha convertido en un hombre que tenía sexo con varias mujeres. Bestial. Como el sexo real salvo el tacto, que llegará, porque se está investigando en tejidos que nos harán sentir en nuestra piel lo que estamos "viviendo" en esa realidad inmersiva. John Gray apunta que esta pandemia va a cambiar nuestro modo de relacionarnos y que mucha gente preferirá las experiencias en entornos virtuales a las de la vida real. ¿Por seguridad, por miedo, por incertidumbre? Igual que hemos sustituido las reuniones físicas con amigos, familia y compañeros de trabajo por videollamadas, puede ocurrir lo mismo con los encuentros sexuales, y con otros ámbitos. Second Life es una plataforma en la que llevar una vida virtual a través del avatar que elijas, de tu personaje, que interactúa con otros y hace todo lo que tú haces en la vida real, incluso negocios que dan dinero de verdad. Se inventó hace 17 años. En este tiempo 57 millones de personas, según sus creadores, han vivido unos cuantos ratos o años dentro de ese universo virtual. Por lo visto engancha. No sé en qué medida nos va a cambiar esto, pero cuesta pensar que vamos a elegir dejar de tocarnos.