stoy estupendamente, dice Medina. Y yo le creo, supongo. Me refiero a Luis Medina, el aristócrata. Me encanta este tío. La verdad es que me tienta describirlo, pero voy a evitarlo. Por pudor. A mí, la aristocracia nunca me ha hecho mucha gracia, disculpen la rima, pero este Medina tiene algo. Tiene mucha actitud. Ya lo decía Carolina Herrera: La elegancia es cuestión de actitud. Y estar estupendamente es lo propio de esta gente, me disculpo de nuevo. Porque una cosa que la chusma plebeya no acaba de entender es que es mucho más divertido vivir de un modo despreocupado. A ver: en cuanto empiezas a preocuparte la cagas. Adiós glamur. La vida se te queda en nada. Y eso no puede ser. Un tipo como este Medina tiene que estar estupendamente en todo momento. O fingirlo muy muy bien. Dice que solo tiene 250 euros. El grande de España. Pues viva España. También el otro grande tiene toda la pasta fuera. Por ahí. Este mundo es así. Luego hacemos como que nos extraña, pero esto ha pasado toda la vida. Y lo sabemos. Lo absurdo es ese curioso mecanismo mental en función del cual fingimos ignorarlo. No todos, claro, pero muchos sí. La cuestión final, como siempre, es dónde está la justicia. Dónde se coloca, quiero decir. Porque la posición importa. Lutxo, mi amigo imaginario de la UPN, que en el fondo es majo, dice que la culpable del caso de las mascarillas va a resultar ser la funcionaria, una tal no sé qué. Lutxo dice que va a pringar esa, fijo. Porque alguien tiene que pringar. Como con aquello de los másteres. Aunque yo qué sé, claro. Las cloacas del estado tienen que estar cerca, pero por algo estarán, ¿no? ¿Puede haber estado sin cloacas? Olviden la pregunta. Seguro que hay respuestas para todos los gustos. Lo malo que tienen las respuestas es eso, me temo: que las hay para todos los gustos.