o recuerdo qué ola surfeábamos entonces, pero en la radio se descojonaron de las restricciones impuestas a las parroquias. Esa clase de risotada me era ya muy conocida, pues la había oído en varios chistazos de bar. Los pueden imaginar, las viejecitas numerándose, las hostias como vacunas. Una amiga se sorprendió después cuando le conté que alguien cercano haría la Primera Comunión. "¿Todavía se hace eso?", me preguntó con asombro, como si se tratara de un rito medieval o, más bien, de una familia medieval. Le recordé que hay quien reza como hay quien se apunta a yoga, se machaca en el gimnasio, se pirra por un poema o se manifiesta hoy. Y que, por cierto, los creyentes no conforman la minoría más pequeña.

La ignorancia sobre el prójimo es defecto común, y entre la élite lo es la displicencia. Luis Antonio de Villena defendía la entrada de España en la OTAN "porque quienes votan "no" es la gente que come tortilla de patatas y bebe tintorro". Y a mucha honra, cabría añadir. Se lo leí a Víctor Lenore en su libro sobre la Movida. Similar desprecio sufrió durante años la peña futbolera, quien siendo dada al bocata y a la bota estaría en contra, suponemos, de la Alianza Atlántica. Por fortuna Vázquez Montalbán, Galeano y Fontanarrosa vinieron a intelectualizar un poco el gol.

Yo ignoro cuántos señores van a los toros, cuántas señoras a las procesiones y cuántos críos a la catequesis, pero sí sé que son muchísimos más que quienes hablan de niños, niñas y niñes. Convendría tenerlo en cuenta al citar tanto al pueblo. Y al diseñar la estrategia para, tal como dicen, derrotar al fascismo.