añana miércoles, por la tarde, un coche conducido por una persona de confianza le trasladará hasta Cintruénigo. En una terraza de esta localidad tiene cita con un mugalari riojano que le ayudará a pasar a la comunidad vecina aprovechando algún recodo de la N-113. Muy pocos kilómetros más allá, en Valverde, le espera otro contacto con la misión de dejarlo en territorio soriano burlando los previsibles controles policiales. Su paso por Castilla y León siguiendo el trazado de la CL-101 será un poco más largo. El sujeto o sujeta que deberá depositarlo en tierra castellano manchega se lo encontrará en Alpanseque. A partir de ahí, se trata de seguir la CM-101 y la CM-1001 hasta El Casar, en los límites del cual tendrá lugar el último paso clandestino. De ahí en adelante es ya Madrid, reino de la libertad, el trago largo y la mascarilla en la barbilla. La última vez que fue seguían sirviendo los cubatas en vaso de tubo, pero espera que hayan aprendido. Cañitas y bocatas de calamares no le faltarán. Podrá, además, practicar el idioma con algún Tierry o algún Christophe venidos a lo mismo que él, solo que con la comodidad del vuelo directo desde París. No espera aburrirse, pero no ha dejado de hacer sus previsiones, por si llega el caso. En un tugurio de la calle Santa Isabel, tras pronunciar la contraseña de rigor, le entregarán un pasaporte con su fotografía, a nombre de Ernst Röder, de Stralsund (estado federado de Mecklemburgo-Antepomerania). Con semejante documento nadie en Barajas le pondrá objeción alguna a viajar a Tenerife, donde le espera la playa y la barra del hotel. Lo mejor, cuando les vaya enviando los selfies a los pasmados de sus amigos, varados en territorio foral como hasta ayer el Ever Given en Suez. El martes que viene, al tajo como nuevo.