Me viene bien estar con gente. Con gente que vive en otros mundos que también están en este porque conforme cumplo años lo que me llega se reduce. No sé nada de muchas cosas y sería una gran vanidad y una enorme inexactitud decir que es así porque sé más de los temas que me interesan. Lo más plausible es que la capacidad de registrar y memorizar se vaya limitando, lo que hace necesario eso, gente que aporte otros conocimientos pero también, y a veces con eso basta, otras palabras. La que me ha llegado ahora es preppers, que podría traducirse por preparacionistas. Estas personas creen inminente una devastación de grandes dimensiones. Violencias geológicas, desastres nucleares, ataques atómicos, químicos o biológicos o intensos desórdenes sociales. Hay un americano que ha construido un refugio subterráneo con 42 autobuses escolares (que alquila) y un chino que ha patentado (y vende) esferas blindadas de cuatro metros de diámetro para uso personal. La mayoría de preppers (sin intereses económicos ligados a la supervivencia) llena una mochila con lo necesario para sobrevivir 72 horas, y un grupo no desdeñable lleva siempre encima otra más pequeña que también hace su papel. Me dicen que lo más difícil de conseguir son las máscaras antigás. Por mi parte, estos días me da un miedo particular la involución, el retorcimiento de los datos, la negación de las evidencias, la extensión de la conciencia de que algunos colectivos: mujeres, pobres, refugiados, emigrantes, tienen problemas porque han hecho méritos y además son mentirosos y se aprovechan de la buena gente (que no tiene problemas porque ha hecho todo bien), la ocultación de los males y violencias estructurales. Decía Amaia que todo el mundo debería estudiar un año de sociología. Para la mochila de diario. Es buena idea. Conocimiento preventivo. Feliz y tranquilo 2019.