esde que llegara la pandemia, no hay semana que no nos jorobe con una nueva vuelta de tuerca que complica aún más nuestras vidas y valga como ejemplo las últimas tensiones derivadas de la posible instalación de varias terrazas en el Casco Viejo de Pamplona. Así, frente al deseo de los hosteleros de estas calles de conseguir permisos que les ayuden a compensar las pérdidas que arrastran se ha colocado la oposición de parte del vecindario, más que harta de perder año tras año el poco espacio público del que el barrio dispone y temerosa de que estas ofertas provisionales acaben consolidándose. Los primeros exponen públicamente su ruina y piden empatía a los vecinos -en su mayoría, más que dispuestos a ofrecerla, sobre todo, para con los pequeños bares ligados de mil maneras a la zona- y los críticos nos recuerdan que la preciosa plaza de San José es casi el único rincón de tranquilidad que queda, que Compañía ofrece una de las últimas esquinas para el juego infantil... Mientras la asociación vecinal AZ Ekimena apela al consenso y arropa a la hostelería tanto como a los habitantes de la parte vieja, el Ayuntamiento ha retrasado hasta mañana su decisión. El barrio tiene sus gentes, éstas sus opiniones y las diferencias se tornan tensión y enfado. La covid campa a sus anchas.