Vuelvo por donde venía, es decir, por donde vienen las cosas que se repiten con enojosa insistencia, entre ellas la guerra sucia o la propaganda negra, que viene a ser lo mismo o una de sus armas, empleada con más eficacia: las informaciones falsas, las desinformaciones, las calumnias de las que no siempre es fácil defenderse, incluso cuando se puede tirar con pólvora del Rey y no del propio bolsillo. Para eso se necesitan medios de comunicación adeptos a la causa. El general Mola y los suyos se emplearon a fondo en esta guerra desde el comienzo de su golpe militar, convirtiendo, por decreto, en rebeldes y sediciosos a los que permanecían fieles a la República. Desde entonces la guerra sucia se ha afinado mucho en todas partes, contando con unos medios de comunicación mucho más poderosos, de un alcance inusitado, gracias a las redes sociales.

Aquí, la guerra sucia propagandística lleva tiempo en el aire, solo que, a veces, parece dormida, aunque luego despierte con rabia, como ahora. La formación de un nuevo gobierno ha desatado las furias desde antes de que fuera formado y puesto en marcha. Ahora mismo la extrema derecha no hay infamia, grosería o injuria que se ahorre, creando un clima de sospecha que sus propias indecencias no suscitan, como es el caso del tándem Monasterio&Espinosa y sus negocios inmobiliarios, basados en irregularidades mayúsculas que a cualquier otro ciudadano le hubiesen costado ya un proceso. Esto se pasa por alto en sus propias filas, como también la financiación de su partido por parte de ciudadanos extranjeros, entre otros asuntos poco decorosos. Las irregularidades solo cuentan si las protagonizan nuestros enemigos.

Sin embargo, esa misma financiación de los partidos sigue ahora en el candelero con respecto a Unidas Podemos y Pablo Iglesias, por cuenta del gobierno de facto boliviano y a la acogida que ha tenido en Bolivia la embajada de la extrema derecha española y sus medios de comunicación -desconocidos ambos para el enardecido público boliviano proclive a su gobierno- cuyas patrañas son acogidas como verdad revelada. Quienes aplauden sus calumnias ignoran que quien las expande colecciona condenas en los tribunales. El perjudicado de esas insidias no es Morales, sino el actual Gobierno español de coalición o al menos ahí apuntan las desinformaciones de la extrema derecha.

«El Banco Central de Bolivia confirma que Evo Morales pagó 1,8 millones de dólares a la consultora de Podemos» es uno de los titulares que circulan en las páginas de la prensa amarilla española. Basta comprobar qué medios se hacen eco de esta falsa verdad y cuáles no, para darse cuenta de la veracidad de la noticia.

Al margen de la simpatía que pudiese tener o de la indiferencia que me suscite este gobierno y sus componentes, lo cierto es que, si se leen con atención las noticias con esa bomba relacionadas, se verá que a quien pagó el BCB es a una empresa mexicana dedicada a publicidad institucional y eventos públicos, a la que Podemos encargó una de sus campañas electorales. No es lo mismo… pero lo parece y los adeptos tragan. ¿Es la empresa mexicana propiedad de Pablo Iglesias y tiene en ella participación económica? No. ¿Tiene participación en ella Unidas Podemos? No consta ni se aporta prueba para afirmarlo, porque estas sobran cuando de desinformación se trata.

No importan los hechos, sino su relato, y el efecto que puede causarse con este: el gobierno de Evo Morales pagó a Podemos. Mentira. Ese es el secreto de Inda y su libelo. Será una fiesta el día que ese personaje deje de estar en escena y emponzoñar la vida pública española. Quienes le creen, olvidan (porque les conviene) que ya ha sido condenado por informaciones falsas y tiene en pie varias acusaciones, incluida la de calumnias continuadas. Eso sí, Inda no ofrece más que lo que su público quiere oír, da un parte de guerra o un catecismo destinado a sus correligionarios de extrema derecha, no de la derecha, como se dice con intención trapacera de lavado de imagen, sino de una extrema derecha que enlaza directamente con el franquismo y su dictadura.