Prefiero pecar de catastrofista que chuparme el dedo. Visto lo visto, es decir la subida de la temperatura de los ladridos en la cosa pública, me temo que de esta vamos a salir odiándonos más de cómo entramos Bueno, no nos encampanemos, dejémoslo en encono; pero va a ser difícil olvidar la mala fe que estamos viviendo. Una cosa son los buenos deseos y otra lo que vayamos a vivir en un futuro invisible. No me fío nada de que los aplausos no se vuelvan pitos antes incluso de que escampe. ¿O acaso hemos olvidado los palos que recibían los sanitarios cuando protestaban por sus recortes y privatizaciones, esos que ahora se niegan e ignoran? Es indudable que la alarma y el enojo en el encierro han ido creciendo porque políticos sin escrúpulos se están dedicando a echar bencina al legítimo temor de la ciudadanía por su salud y su bienestar o a que su lucha por la vida se haga todavía más dura. Nada como señalar culpables y pedir su cabeza, y si es posible llevarlos a la picota. Eso une mucho, aunque de momento dé en nada. A esta gente la salud de la ciudadanía y las vidas que están en peligro les importa un carajo, porque de lo que tratan es de desbancar al gobierno de coalición por medios dudosamente democráticos, pero eso ya qué importa.

II Con enojo he leído hace nada los sarcasmos de quien se mofaba de esa izquierda que hubiese pateado a la derecha y se hubiese rasgado las vestiduras clamando por las libertades perdidas y el avance del fascismo, de ser esta la que ordenara el confinamiento, cuando es la derecha la que ahora reclama de manera airada y falaz que el gobierno no hubiese ordenado ese confinamiento antes: mala leche y retórica de millonetis a salvo de cualquier contingencia, voluntad de azuzar el clima de descontento y esa indignación basada en noticias y datos falsos, que por lo visto alivia mucho, con la seguridad de recoger a cambio el aplauso de la trinchera. Todo muy noble.

III Entre lo que nos gustaría que fuera y lo que es, hay una fosa que cada día se ensancha más, y de lo que pueda ser en el futuro mejor no hablar. ¿Mejores? ¿En qué sentido? ¿Con más sentido de la fraternidad y más estoicismo? Dudo que quien está convencido de que lo público es innecesario y un error, se pase a la defensa, necesaria ahora más que nunca, de la sanidad y los servicios sociales públicos y con toda clase de recursos. ¿Basado en qué ese deseo, en el sálvese quien pueda? No niego que buenos propósitos haya, como ese de visibilizar a los invisibles que nos hacen la vida actual posible, pero dudo que se materialice en nada práctico, concreto, común y compartido. Me resulta dudoso que, al margen de los abrazos del primer día, tengamos más vida social y estemos de verdad unidos frente a amenazas que no distinguen de condición o raza. Eso se construye, eso no es fácil, eso requiere empezar de muy abajo, algo olvidado: el barrio, el gache, el vecino, el compañero y de ahí para arriba. Lo público, la sanidad y sus complementarios, tienen que figurar en primera línea de los programas políticos del futuro inmediato, caiga este como caiga. Queda mucho por hacer y la espoleta tiene que ser algo más que el virus, no vaya a ser que cuando esta galerna amaine hayamos olvidado las precariedades, los fallecimientos en condiciones que no queríamos ver y ocultábamos como podíamos antes de que la epidemia se extendiera.

Y IV Qué complicado es moverse entre una maraña de noticias falsas que nadie sabe cómo se han echado a rodar ni quién. Nadie responde. Muchos celebran, repican, a sabiendas de que puede no ser cierto, pero qué importa. Lo que cuenta es el ruido del indignado rasgado de vestiduras. La verdad se crea con aplausos y con. A ese falso empresario del millón de mascarillas exportadas que el Gobierno de coalición desdeñó, ¿quién lo echó a rodar? Y como él, muchos otros, incluidos todos los que manejan los hilos de estas siniestras marionetas. ¿También estos están condenados a la absolución del olvido?"

No niego que buenos propósitos haya, como ese de visibilizar a los invisibles que nos hacen la vida actual posible, pero dudo que se materialice en nada práctico, concreto, común y compartido. Me resulta dudoso que, al margen de los abrazos del primer día, tengamos más vida social y estemos de verdad unidos frente a amenazas que no distinguen de condición o raza