salvo accidente de la presidenta, que el firmante no desea que sufra nadie, la ciudadanía navarra quedará este lunes condenada a otro año de desgobierno. Esta es la legítima, pero poco democrática decisión adoptada por Yolanda Barcina y su reducida camarilla -y oficializada ayer-, que priorizan sus intereses personales a los generales con su firme determinación de proseguir en la poltrona, pese a no tener nada que ofrecer a los ciudadanos. Y es una decisión poco democrática porque en el sistema parlamentario que rige nuestras instituciones "cuando se pierde la mayoría, hay una crisis de Gobierno y, si no se busca una nueva mayoría a través de la interlocución, se convocan elecciones". Lo dijo el martes el expresidente Juan Cruz Alli, quien por otra parte no descubrió nada nuevo, porque sencillamente es lo que han hecho en los últimos 30 años todos los mandatarios españoles y autonómicos sin esperar a llegar al bloqueo que se vive en la Comunidad Foral. Replica Barcina que un anticipo electoral "no arreglaría nada", desde el convencimiento de que arrojaría una composición de la Cámara muy parecida a la actual. Pero esta afirmación ni siquiera se corresponde con las encuestas que ella misma maneja, que confirman la tendencia a la baja de UPN, que paga el desgaste de su mala gestión, su abusivo cobro de dietas en Caja Navarra, sus indiscriminados recortes y su incapacidad para dotar a la comunidad de la estabilidad que requiere esta coyuntura. Con todo, lo más preocupante es que Barcina no desvela qué piensa hacer otro año más en Palacio, más allá de seguir cobrando el sueldo más alto de la Administración que, junto con el de sus consejeros, es el único salario público que ha subido desde 2011. Hay rumores que apuntan a una inminente crisis de Gobierno, con cambios en algunos departamentos, pero aun en el hipotético caso de materializarse, tampoco servirán para que este Gobierno salga del bucle en el que lleva dos años perdido.