La escena ocurrió así. La mujer entró en la cafetería con un niño de no más de 3 años de la mano. Mientras la madre se acercaba al mostrador, el crío aprovechó la distracción para escapar a la carrera. “Ven aquí que te van a coger los gitanos...”, le gritó con tono autoritario la progenitora. Muy cerca, desde una mesa en la que apuraba un café, otra mujer, de largo pelo negro rizado, le reprochó: “Por favor, señora...”. Ella era gitana.

El camino para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres ha encontrado, entre otros mil obstáculos, el del lenguaje. Teníamos asumido que el habla (los oficios, los gentilicios...) era cien por cien masculina. Y se ha avanzado mucho. El lenguaje también sigue siendo un elemento discriminador con la etnia gitana. Incluso ofensivo, como el ejemplo anterior. Pero hay más; el habla común está plagada de expresiones despectivas como “vas vestido como un gitano...” o “eso que has puesto ahí es una gitanada” e incluso “pasas más hambre que un gitano”. La lista podía ser más larga y me cuesta encontrar expresiones en positivo. El tema se las trae porque, sin pensarlo, sin medir la afrenta, esas expresiones saltan por la boca a bote pronto, la mayoría de las ocasiones sin poner atención en el fondo de la expresión, sin ánimo de ofender... pero ofende. Empezando por el diccionario de la Real Academia Española que en la sexta acepción de gitano recoge la siguiente definición: “Que estafa u obra con engaño”. Mal ejemplo.

Aunque los gitanos llevan siglos en nuestra tierra -familias con un árbol genealógico con raíces tan navarras como las de muchos de nosotros- hay quien les sigue mirando como gente extraña. También es verdad que al amparo y defensa de sus tradiciones, la mayoría no ha hecho mucho por integrarse en los cánones que tenemos comúnmente aceptados, más allá de conocer todos los trámites para el acceso a ayudas sociales (que también es motivo de encendidas críticas). Por eso, que los gitanos sigan reivindicando su papel en la construcción de la sociedad y que se limen las desigualdades expone que queda mucho por hacer y no solo en el lenguaje. Por las dos partes.