El paro. La crisis. La precariedad laboral. Los recortes sociales. La ley mordaza... El sistema y los poderes fácticos no cejan. Menos mal que la sociedad civil también se mueve. Pamplona es una ciudad activa. Con músculo social. Miles de pamploneses se han echado a la calle desde ayer por una causa justa: la semana del pintxo. El movimiento estudiantil no le irá a la zaga. Este viernes 17 una turba de universitarios se concentrará en la ciudad deportiva Amaya para celebrar la llegada de la Primavera y reivindicar que haga sol y buen tiempo bajo la carpa. No es el mayo francés, pero se le parece: muchos buscarán la playa del Arga debajo de los adoquines del paseo con un katxi en una mano y mejor ni pensar qué en la otra... Menos mal que nos queda la clase obrera. Y el 1 de mayo. Los calderetes de la Txantrea estarán a rebosar y en el Mesón no se podrá ni dar un paso por aquello de que se ha corrido la voz de que suelen dar vermú gratis mientras que los sindicatos celebrarán por separado manifestaciones con pancartas portadas por los liberados. El capital volverá a temblar. Un año más. Habrá que confiar en la gente normal. Algo se está cociendo en las afueras de Iruña como cuando en 1521 las huestes leales intentaron recuperar la indepedencia del Reino ante los castellanos. Las galerías, tiendas y pasillos de las grandes superficies son un hervidero de ciudadanos y ciudadanas movilizadas. Gente que lo único que han empujado con fuerza en su vida es el carro de la compra. Nuevas generaciones de niños y niñas con riesgo de sufrir algún tipo de asma si no respiran el oxígeno del microclima de Itaroa y la Morea... Sin olvidar a las columnas navarras que marcharán en julio sobre Salou con las toallas reivindicativas y la nevera subversiva. O los valientes que meterán una bandera de Asturias en el txupinazo. El cambio está a la vuelta de la esquina. Se masca en el ambiente. El régimen tiene los días contados. No me quiero quedar al margen. Voy a entrar en Facebook y echar un par de “me gusta” revolucionarios o retuitear alguna parida. Se va a enterar el poder de lo que vale un peine.