Me pregunto si se aprende a ser alcalde; si además de unas condiciones personales, una vocación de servicio y capacidad para gestionar grupos y resolver problemas, si con todo ese bagaje personal que se les presupone a quienes han opositado a la presidencia de las corporaciones pasan también una fase de adiestramiento. La administración local es una magnífica escuela en la que iniciarse en los planes de urbanismo, en impuestos y contribuciones, en relaciones laborales... Todos los alcaldes que han desfilado por las páginas del periódico en las últimas semanas se han declarado, primero, ilusionados con la posibilidad de mejorar la vida de sus vecinos (en particular de los más afectados por la crisis y los recortes) y, por extensión, de su localidad. Al margen del juego político del reparto de tenencias de alcaldía o de comisiones, todas ellas y ellos quieren cambiar un modo de gestión y de actuación del que ha hecho tabla rasa UPN en las últimas legislaturas.

Ha desembarcado en los ayuntamientos mucha gente nueva, algunos con una manera diferente de interpretar los objetivos y el funcionamiento de la institución. Entre los vecinos (los que les han votado y los que no) circula la incógnita de ¿ahora qué van a hacer estos? Porque una cosa es hacer oposición y otra exponerse al examen diario, no solo de los contrincantes políticos en el salón de plenos sino del vecindario, que expresará sus comentarios o sus quejas al alcalde en la cafetería, en el supermercado, en el colegio o en el campo de fútbol. Esta es la parte sustancial del aprendizaje: la de encajar, asumir errores y, con todo, aplicar o adaptar el programa que les encumbró a ostentar la alcaldía.

Para los debutantes, que son la mayoría, asoman cuatro años que les obligan a mucho. El cambio se vendía prácticamente solo, pero ahora tienen que convencer desde la gestión y desde las formas. Aprender a ser alcaldes para todos, sin marginar ni arrinconar. Conseguir que los titulares de las entrevistas de ahora sostengan el mismo compromiso y consistencia dentro de cuatro años. Y pasar el examen de reválida en 2019.