El bosque que entre unos y otros -con la contribución estelar del Ayuntamiento de Pamplona- han plantado en torno a la exposición de Abel Azcona está consiguiendo ocultar el árbol. Toda esa densa maleza (maleza en el doble sentido de malas hierbas...), el ruido que la acompaña y hasta el murmullo en alto de tanta plegaria farisaica, han puesto sordina a la denuncia del autoproclamado artista. Pederastia y no otra palabra leo en esa foto de la polémica; pederastia, escrita con hostias consagradas, sin consagrar o con rotulador. Ahí pone pederastia. Y señala a sucesos protagonizados por gentes que viven a cobijo de la Iglesia católica: de eso es de lo que había que hablar y no de arte conceptual, de performances, de agravios y de excomuniones. Entiendo que el señalado artista se frote la manos porque está consiguiendo varios objetivos; el primero, y más importante, que todos los medios de comunicación le dediquen un espacio en sus portadas o en sus informativos de más audiencia: que él sea más relevante que su obra. Segundo objetivo: ir avanzando en su performance; porque tengo para mí que todo ese esperpento de gentes orando de rodillas dentro y fuera de la sala, la efigie del fraile al frente del grupo rememorando aquella estampa arcaica del misionero/colonizador, incluso la sospechosa desaparición de las obleas son también parte del montaje y si no lo eran Azcona ya tiene material para dos exposiciones más... Y el tercer objetivo ha llegado por derivación: demostrar, rascando un poco en su piel, que Pamplona sigue envuelta por una capa de ciudad mediocre, beatona, provinciana, tenebrosa y apocalíptica. Pero no hablamos de pederastia. Fue Benedicto XVI quien reconoció la “actuación insuficiente” del Vaticano tras centenares de denuncias de casos en diferentes países de gruesa implantación católica; es el Papa Francisco quien ha instituido una comisión para la lucha contra la pederastia en el seno de la Iglesia. Hubo y sigue habiendo abusos a menores en el entorno de las sotanas, aunque sean una minoría en el cuerpo clerical y en una institución en la que miles de hombres trabajan con verdad, dedicación y honestidad por ayudar a sus semejantes (que esto también hay que decirlo). Pero también hay casos de pederastia y parece que recordarlo les ofende, aunque no tanto como para convocar una manifestación y exigir responsabilidades a los culpables y a sus encubridores o rezar en público por los miles de niños víctimas de abusos. Pero eso, ¿qué hostias les importa..?
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