Felipe González no vive cómodo en el anonimato. Igual es que no le dejan. Quiero decir que todos pensamos que un expresidente de Gobierno persigue disfrutar de un retiro dorado y bien remunerado pero ese mismo afán engendra unos débitos, como los genera también el ejercicio del poder. Así que González sale ahora con insistencia a dar su opinión, como el oráculo, pero con el objetivo de dinamitar cualquier atisbo, por mínimo que sea, de un gobierno de progreso y predicar que lo más oportuno para el PSOE es echarse a un lado y que manden los mismos no vaya a ser que el capital se enfade. No importa que esos mismos protagonicen un caso de corrupción casi diario y naden entre la mierda; al excamarada Felipe no le debe parecer mal que las cosas sigan igual: mejor meter miedo con que viene el hombre del saco que denunciar a los que meten la mano en la saca.

Para González el problema es que, como escribió Milan Kundera, “la vida que dejamos atrás tiene la mala costumbre de salir de las sombras”. Y en el caso del exsecretario general del PSOE la reponen todos los jueves. Hablo de la serie Cuéntame, que ya desde la anterior temporada ha incluido en la trama de sus personajes a un periodista que investiga quién está detrás de los GAL. Y los guionistas no se andan con medias tintas: el telespectador avispado, además de escuchar el nombre de Barrionuevo, detecta a quién se señala como inspirador e instigador de la banda parapolicial. Aquel señor X...

No sé si Cuéntame sobrevivirá a la dictadura de las audiencias -y doña Herminia vivirá para contarlo...- pero la serie tiene rasgos de arma peligrosa para combatir a los farsantes y espabilar a los desmemoriados. Con la evolución ideológica de González, desde Suresnes, el no a la OTAN y el hay que ser socialistas antes que marxistas a este que, por mantener el orden, le parecen secundarios los casos de corrupción institucionalizada, da para una serie de misterio. Como Expediente X. En este caso, del señor X.