Con seiscientas familias pendientes de su futuro, Paul Parnham, director de la planta navarra de ZF TRW, se puso a jugar a los barcos: “T-1, tocado; R-1, tocado, W-1... hundido”. Asumiendo la figura del capitán, traslada a su blog el momento crítico que vive la empresa y lo compara con emblemáticos transatlánticos diseñados para soportar cualquier contratiempo pero que terminaron hundidos y sembrando el mar con centenares de cadáveres. Sin embargo, como los pésimos narradores de historias, Parnham nos adelanta el final: no os empeñéis en las negociaciones porque el barco se hunde y vamos a aminorar daños.

Escribe el directivo sobre el Titánic y el Lusitania y no podía haber escogido peores ejemplos para justificarse. El Titánic naufragó al colisionar con un enorme iceberg; pero el accidente no fue culpa del pasaje -que es el más perjudicado luego-, sino de la oficialidad del barco (los mandos) e incluso los investigadores ponen en entredicho las órdenes de la compañía, que apostó por un viaje rápido por cuestiones publicitarias desoyendo a quienes aconsejaban un ritmo lento ante la presencia de bloques de hielo. Por otro lado, los pasajeros del buque británico Lusitania fueron víctimas de un torpedo lanzado por un submarino alemán en un momento de la historia, 1915, en el que las potencias europeas luchaban no solo por la supremacia política sino también económica. Un torpedo alemán, como el que ha reventado en Landaben...

Tiene que andar Parnham con cuidado a la hora de buscar un símil con el que justificar sus maniobras en la planta de Pamplona. Porque no sirve presentarse como un capitán que trata de salvar un barco y comparar a la plantilla con la orquesta que toca indiferente mientras la nave hace aguas. Es bastante faltón. Y, sobre todo, porque olvida que el capitán debe ser el último en abandonar el barco y en los casos que cita del Titánic y el Lusitania, el capitán murió con el pasaje. ¿O prefiere ignorar esa parte de la historia? “P-1, tocado...”.