Lejos de salir investido presidente, Pedro Sánchez ha cerrado la primera ronda con una votación que tumba su frágil proyecto conjunto con Ciudadanos y, en conclusión, desvestido como candidato con opciones. Todo el mundo sabía que las posibilidades del líder socialista eran las mismas que las del Levante de no salir goleado del Camp Nou; vaya, que ni el factor sorpresa estaba de su lado. Fue el suyo un ejercicio de cerca de cien minutos de hablar por hablar, a sabiendas de que nadie, salvo sus eventuales socios, le iba a comprar ni el discurso ni su contenido; al contrario, tanto lo enunciado como lo obviado en la cháchara solo han provocado una catarata de críticas. Visto este primer fracaso y el que se avecina mañana viernes, Sánchez seguirá aferrado a esa propuesta ilusoria de “comenzar el cambio la próxima semana” lanzada a Podemos el martes como apostilla final a cada bloque de propuestas desglosado desde la tribuna.
Así que, como proclamaban Tip y Coll, “la próxima semana... hablaremos del Gobierno”. Pero va a ser que, como la celebrada frase del ingenioso dúo cómico, dentro de siete días seguirán repitiendo lo mismo. Y de otros siete. Si nadie lo remedia -y los poderes fácticos del PSOE se han preocupado de abortar cualquier intento- el cambio quedará para mejores tiempos y vamos a pasar de las elecciones prenavideñas a las votaciones presanfermineras. Y sin más pronóstico que la casi segura subida en votos del PP y Podemos, y la prolongación de la caída sin freno del PSOE. Porque tras el fracaso para formar un gobierno de cambio, ya se sabe que la mayoría de la población votante apuesta sobre seguro. Recordaba la frase de Tip y Coll al hilo del latiguillo de Sánchez, a quien en más de una ocasión -y perdón por la broma en asunto tan serio- le faltó dirigirse a Pablo Iglesias y, parafraseando también a la brillante pareja, suplicarle: “Dame la manita, Pepe Luis...”. Pero eso será la próxima semana...