Halloween
Se acerca la noche de Halloween, la fecha más terrorífica del año, la del regreso de los muertos vivientes. En la trasera del cementerio de Pamplona hay una zona de baja vegetación apenas iluminada junto a un pequeño vertedero. Cae la noche, se oyen ruidos que no proceden de los matorrales. Son coches que se acercan a un mundo en cierto modo sórdido para quienes lo desconocen pero respetan. No para quienes lo rechazan y quiere importunar la paz de los que descansan o se divierten dentro o muy cerca del camposanto. En los pequeños habitáculos de zarzas y arbustos que hacen más oculta la realidad de quien ya vive en la oscuridad, nadie puede detener dos cuerpos que se buscan, y el deseo de palomas al vuelo o el cruce de alas de pájaros iguales se hace puro silencio.
Algunas cuadrillas que acechan la zona, con linternas en mano, gritan: ¿quién anda por ahí? ¡salid de vuestro escondite! No tienen más de 20 años. La del sábado no fue la peor noche. Ha habido días en los que los insultos, las amenazas, las vejaciones e incluso intentos de atropello a personas homosexuales que se juntan en traseras de la ciudad han convertido el llamado Bosque, una de las zonas de cruising, en un espacio maldito para los gays. “Maricones, maricas de mierda... no nos hace daño. Lo que duele es el rechazo, el desprecio”, asegura Ricardo. “Hay una corriente ultraconservadora con mucha capacidad de penetración social que está empeñada en separarnos del mundo. Tengo 52 años y jamás me he sentido tan mal, ni siquiera cuando hice la mili...”. La escuela no basta. Le brotan ideas en positivo, y no tienen que ver con endurecer las leyes ni con los delitos de odio, sino por ejemplo con la posibilidad de ofrecer charlas por los institutos para hablar con chavales jóvenes o adolescentes. “Dar la cara, conversar de la vida y demostrar que realmente somos iguales... Soy padre de familia, tengo un título y un trabajo”. La persecución de la homosexualidad en Rusia, la sentencia desfavorable para los matrimonios gays en Francia, la impasividad ante crucifixiones, lapidaciones y tiroteos a los homosexuales como blanco preferido del Estado Islámico o una industria cinematográfica plenamente heterosexual nos demuestran -de muchas maneras que van calando aunque no lo creamos- que la homosexualidad sigue siendo un tema tabú entre nuestra sociedad.