Todo empieza de la misma manera. Con unas dosis más de curiosidad y libertad, hormonas locas y presión de los compañer@s... Ganas de experimentar en ese estadio agitado de la adolescencia que gira entorno a los 15 años y que ya ha conocido otros límites a través de la litrona o el botellón, que, por cierto, apenas les cuesta dos euros por barba en el supermercado del barrio. Ocurre casi siempre igual. En una bajera, en la calle o en el patio del instituto. Siempre hay alguien que sabe liar un porro que va pasando de mano en mano. Lo malo es que no siempre, no tod@s, son capaces de frenar a tiempo ese escape. No siempre se tiene la seguridad, firmeza y valor suficientes como para decir “no”. Y, sobre todo, no siempre se vuelve a un mundo circundante positivo del que no tener que huir. Lo peor no es que altere su concentración y comportamiento, sino que se disparen otros trastornos mentales. Lo peor es que ese porro te controle. Todos y todas hemos pasado por esa edad pero quizá los nacidos a principios de los setenta teníamos tantas responsabilidades y controles que era difícil que un sábado por la mañana colara una resaca de caballo o arriesgarse a una voladura de tabaco con txina. El núcleo familiar no tiene hoy el mismo peso para los nativos digitales, son chavales más socializados y en un entorno mucho más globalizado. Esta semana he conocido la cruzada que han iniciado en Mendillorri contra el trapicheo y consumo de drogas en el barrio. Mucho debate y poco sermón. Se hablará con ellos, en horario de clase, de TODO, de lo que buscan, de cómo luchan con el aburrimiento, de cómo pueden comportarse cuando alguno se pasa de la raya. Bideberri llevará estos talleres. En campamentos, excursiones, travesías, formación de monitores, ludoteca... conocen a los chavales de 15 y 16 años y anhelan la apertura del nuevo local social. Lo importante, destaca Xabier Senosiáin, es batir la desmotivación. Gracias a ellos he revivido la increíble experiencia que supuso para mí, hace ya 17 años, conocer el trabajo de Suspertu con chavales enganchados a sustancias o al alcohol. Otros mediadores de nivel. Negociar con adolescentes y jóvenes implica hablar con ell@s desde otros códigos mucho más cercanos y encontrarnos con problemas que desconocíamos. Porque ojo, no lo tienen todo... aunque lo parezca.