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Los otros Cheikhounas

No es lo mismo ser vendedor africano sin papeles que llegar a Europa como inmigrante extracomunitario en busca de trabajo desde cualquier otro lugar del mundo. No lo es. Ni es lo mismo aterrizar en avión con un visado de turista y tener, como ocurre con la población latina, un vínculo familiar y más probabilidades de obtener el arraigo social, que jugarse la vida en un cayuco para terminar compartiendo piso con otros compatriotas, y vivir años y años en la clandestinidad. Aunque el drama de la inmigración sea el mismo. Hay inmigrantes subsaharianos (el eufemismo de negro pobre) que permanecen en el ostracismo hasta 20 años sin lograr los papeles. 20 años de invisibilidad caminando en medio de una rueda perversa: no tienes trabajo, no tienes papeles y, como no tienes papeles, no hay curro. El senegalés Cheikhouna ha tenido más suerte que cualquiera de los 85 tripulantes del cayuco en el que se jugó la vida hace once años. Tiene nombre y apellidos, una historia increíble de asalto a Europa con una mano delante y otra detrás. y un rescate a manos de un pesquero en alta mar... Pero, sobre todo, tiene un barrio entero, la Txantrea, que no le suelta. En su orden de expulsión, recurrida ahora al TSJN, se le prohíbe la entrada al territorio europeo Schengen por espacio de un año. Para una persona sin antecedentes penales podría parecer hasta benévolo porque la mayoría de las sanciones son de dos a cinco años pero en realidad esta resolución no es más que una trampa para prohibirle entrar. Legalmente no podrá volver. Bueno, cruzando de nuevo el charco... La vía judicial está difícil, aunque se haya recurrido al TSJN, pero a Txejuna -como también le llaman- le queda otro cartucho al amparo de la Ley de Extranjería: un contrato de un año empleado ocho horas al día. No parece fácil con lo que está cayendo. Es posible pero algo me dice que la Txantrea es mucha Txantrea y no va a conformarse con un patada en el culo a uno de sus vecinos. Será un pálpito, pero las grandes batallas se ganan una a una. Si el mozo no hubiera conquistado sus corazones estaríamos hablando de otra situación. Si no se hubiera integrado en la vida social y cultural del barrio seguramente seguiría vendiendo gayumbos y camisetas en los bares con más miedo que esperanza.