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Coches de lujo

Tener un coche ha pasado en pocos años de satisfacer una necesidad de movilidad a sobrellevar más de un problema. No hablo de seguridad, de multas o de accidentes, sino de sangría económica. Además del obligado seguro, está el impuesto de circulación y el periódico paso (previa revisión en el taller) por la ITV; y puesto ya en circulación hay que satisfacer los pagos de la zona azul o de los aparcamientos para estacionar, y de los peajes cuando hay que utilizar una autopista. Y la gasolina, claro. Con todo esto, hay quien pasa a las filas del ecologismo no por convicción sino por pura subsistencia, y reniega del volante y de las cuatro ruedas y se sube a lomos de una bicicleta (con los riesgos que ello también conlleva).

El coche es un artículo de lujo, no por su alta gama ni la potencia en caballos, sino porque consume dinero desde que metes la llave en el arranque. A todas esas obligaciones ya enumeradas hay que sumar ahora las campañas y los proyectos que persiguen rebajar su presencia en las ciudades. Pamplona es un ejemplo reciente, aunque su problemática no alcance ni de lejos a las de Madrid, Barcelona o Bilbao. Los elevados niveles de contaminación o el exagerado incremento de vehículos que transitan por las vías urbanas animan a aplicar restricciones en las dos ciudades más pobladas del Estado; en cuanto a Bilbao, la noticia de esta semana es que el Ayuntamiento plantea cobrar un peaje a los coches que quieran acceder al centro de la ciudad. Ya se pone en práctica en algunas capitales europeas.

Es conocido que uno de los sectores que dibuja el pulso de la economía es el de la venta de coches. En Navarra, en mayo subió un 19,5% (1.095 vehículos); y en los cinco primeros meses del año, un 9,32%. Atención entonces a la paradoja: se venden más coches pero los usuarios encuentran más limitaciones de todo tipo. A este paso, solo van a tener vía libre los vehículos oficiales: los pagamos nosotros y, además, sus ocupantes no usan el transporte público.